lunes, 22 de febrero de 2010

Apuntes intrascendentes

*No sé si hay menos bichos o han evolucionado al punto de avivarse que morían de forma cruenta, pero es alarmante la cantidad de bichos que ya no se quedan pegados en el parabrisas en el viaje por la ruta. Recuerdo que antes se llegaba hasta atar una redecilla verde en el frente del auto para que los bichos no jodieran el radiador. Y ni hablar que en los días peores había que parar a limpiar el parabrisas. ¿Dónde están todos esos bichitos? ¿Qué ha sido de ellos? ¿Los fuimos diezmando?

*Siguiendo con la comparación entre épocas, habría que preguntarse por qué a mis 15, 18 años mis coetáneas no poseían la doble pechuga que hoy luce cualquier chiquilina. Algunos hablan de la alimentación, no a base de bulones sino de pollos hormonizados y otras yerbas. No pude sacar ninguna conclusión porque mientras observaba con el rigor científico del erudito, me interrumpió un castañazo de mi mujer.

*Alguien que me explique quién, cuándo, dónde y por qué se ha establecido como norma que cuando un chico se pierde en la playa se comienza a aplaudir. Ojo, no me parece mala idea, sólo me da curiosidad.

*Atención! La gente que afirma que las modas se van reciclando cada 20, 25 años ha sumado otro punto: El crecimiento sostenido de las canchas de paddle y de los locales de venta de pollos al spiedo. Paréntesis: El olor exquisito, cautivador de esos pollos girando y girando siempre terminaron en la cruel desilusión de un sabor apenas rico. Retomo: Falta que reverdezcan los video clubes y seguimos a bingo.

*Leo por ahí: “Si se muestra por tv. la caza de una foca se piensa inmediatamente, instintivamente en “Pobre animalito!” y se olvida convenientemente a la familia esquimal que carecerá de comida, vestimenta y luz sin esa caza” No sé ustedes, pero a mí lo primero que me viene a la mente cuando veo la palabra esquimal es la leyenda acerca de la hospitalidad de estas gentes que hasta te ceden a la mujer para agasajarte. Un pueblo así no debería extinguirse. O habría que ver cómo está el esquimalaje femenino. Por ahí lo hacen de puro resentidos.

lunes, 15 de febrero de 2010

Velorio


“¿Cómo será andar solito allá en la muerte? Ay, amor, yo sin vos, sin tus sueños…”


Desde siempre, la muerte ha sido el tema central de la vida. Distintas formas de dar el último adiós a un finado han existido: Los barcos en llamas de los nórdicos, los blues de los negros, tribus primitivas que se morfaban al muerto, etc. Si queremos, podemos reducir a tres los rituales más tradicionales: embalsamamiento; cremación; entierro.
Encuentro en los velorios una crueldad y una futilidad extremas. A cada quien, lo que le parezca pero eso de andar mostrando al muerto y tolerar el desfile de gente que apenas se conoce me molesta. Ahí mismo, allá, sí, alcanzamos a ver al comedido que va de un grupete a otro haciendo de soporte espiritual o alcanzando café. Cuando se aleja, todos se preguntan quién es. Más a la izquierda vemos a las plañideras, generalmente señoras entradas en edad y en carnes con una relación no mayor a la de cliente-verdulero con el muerto, llorando a grito pelado y relojeando para ver si son miradas. Familiares ignotos, familiares de Navidad terminan de soltarse y empiezan con sus chistes y sus conversaciones bursátiles, olvidando, como siempre,como durante toda su vida, al pariente en el cajón. Lógicamente, los únicos que sienten ese dolor punzante, filoso, real son los hijos, la esposa, los padres y los 4 o 5 amigos de fierro que el tipo tiene. Miles de condolencias de gente bienintencionada y no tanto, no alcanzan para sostenerlos. Nadie comprende el dolor ajeno por más que haya sufrido algo similar. Entonces ¿para qué? Yo ya dejo en manos de mis secretarios mi indeclinable resolución a ser cremado inmediatamente y que sólo mi mujer sepa donde esparcirá mis cenizas. Evitaré así comprometer a nadie a visitarme. Tengo para mí que el dolor verdadero, el recuerdo elegante por la pérdida no tiene fecha ni lugar. Porque, después de todo, lo único seguro es que todos nos vamos a morir.

jueves, 4 de febrero de 2010

Siempre escuchando el noticiero...

Ya no sorprende pero sigue alarmando la estupidez reinante. Uno de sus síntomas es el espacio abusivo que ocupa el clima en diarios, noticieros y conversaciones. No está mal quejarse una o, a lo sumo, dos veces del calor. Pero volverlo el tema central de la existencia es de una pobreza intelectual galopante. Después de todo, estamos en verano y lo que uno ha aprendido de niño es que en esta estación, salvo en algunos lugares, hace calor. Eso de dedicarle 23 minutos en la televisión a preguntar: “¿Cómo te trata el calor?; ¿Cómo lo aguanta?” es digno de estudio. Como averiguar por qué el Bebe Contempomi dice que es periodista de rock y cobra por ello. Hay que soportar no sólo el calor, sino todos los lugares comunes acerca del clima agobiante, los chistes fáciles, el fastidio fingido de los conductores de tele y de radio…En fin, olvídense del calor televisado y abaníquense con un poco de Dexter, Mad men o Dr. House…Hasta que empiece la última temporada de Lost. Ahí sí que hará calor.

PD: Ya empezó Lost y yo me dispongo a gozar y vacacionar.